A veces no hay manera de que aprendamos en nuestro caminar si no es a través de tragedias, a través de las duras caídas, del dolor intenso y de "los coñazos" imprevistos. Nuestras vidas transcurren en un sueño tan profundo e inconsciente, que con unas cuantas palmadas en la mejilla o con alguien llamándonos no bastará para despertar. Tal vez escuchemos vagamente los llamados y tal vez intentemos abrir un poco los ojos, pero esto no será suficiente para doblegar el sueño, hace falta más intensidad para aprender de los errores que inconscientemente cometemos.
La única manera de despertar será a los golpes, con una dolorosa tragedia o perdida, con un gran ruido retumbante, con un balde de agua helada en la cara. Esto nos asustará, nos despertará repentinamente y en estado de alerta, con el miedo corriendo por nuestras venas y desconcierto cegando la mirada. Pero una vez que hayamos abierto los ojos y nuestros sentidos estén atentos, el gran susto se irá desvaneciendo, del ruido solo quedarán ecos vagos, el agua helada se escurrirá, al ver el camino que existió entre un error que siempre había estado, el dolor causado por esto irá desaparecido y entonces la tragedia se convertirá en observación, al convertirnos en observador de nuestros errores rompemos el hilo que existen entre ellos y nosotros, y ya no será la causa del sufrimiento, si no de evolución.
Autor: Zaratustra
Imagen: http://kartagenam.blogspot.com
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